Jesus Cracio nos reunió instantes antes de estrenar la lectura dramatizada de «La traición de la amistad» de María de Zayas. Nos vino a decir algo así como que no olvidásemos, en esa mágica noche, que los actores tenemos la oportunidad de vivir aquello que soñamos mientras que los demás se han de conformar con simplementLa respuesta la podemos vestir de cierta acritud o de determinado lirismo. A veces Sergio Peris Mencheta acude a ellas para explicar este asunto. Ambas respuestas son acertadas pero no irían a la raíz de la pregunta o al menos de la que yo me hago. La primera de ellas tendría que ver con que ante la indudable notoriedad social que esta profesión puede llegar a proporcionar (me refiero a la mejor de las posibilidades, es decir, a ser aceptado como un buen actor) estaríamos buscando esa meta como un acto narcisista y finalmente como una manera de ser aceptados por los demás, de ser queridos. Otra respuesta posible, la más saludable, sería que pudiera convertirse en un acto de generosidad en tanto que consiste inequívocamente en ser un vehículo de transmisión de emociones, un mensajero, un humilde vivificador, un vivenciador al servicio de una historia que alguien se ha encargado de construir.e soñar lo que les gustaría vivir.
Estas breves palabras nos hicieron sentir privilegiados y nos dispusieron para dar lo mejor de nosotros mismos en este acto de compartir emociones en que , finalmente, acaba convirtiendose cualquier representación teatral.
Siempre me he preguntado por qué soy actor. Nunca he sabido responderme a mí mismo con alguna certeza. Cuando veo a mis compañeros en el escenario no puedo evitar pensar que son gentes cuanto menos extravagantes, en el mejor sentido de la palabra, incapaz de entender qué les lleva a a dedicarse a eso, a comportarse así, a exponer un conjunto de virtudes interpretativas y finalmente a sí mismos ante un grupo de personas que les observa.
Entiendo que la música despierta emociones sugerentes en los intrincados canales que unen la acústica con el cerebro acostumbrado a descifrar los millones de sonidos que existen en la naturaleza, ó sea, y que haya músicos. Entiendo que lo mismo suceda con la pintura en sus también millones de composiciones de formasy curiosa e importante circunstancia en nada veo diferencia. La enorme dificultad, la necesidad de una práctica diaria, las múltiples técnicas que te han de ayudar, el desarrollo de tus habilidades etc… conducen a un reto que es, para mí, el verdadero veneno de esta profesión. Probablemente con un reducionismo que algunos han de criticar podría llegar a concluir que a mí lo que me impulsa cada día a este trabajo es el reto, el reto de la partitura, el reto de enfrentarme a un nuevo personaje, a un nuevo director, a un nuevo trabajo en común, a una nueva sorpresa que me proporcionen mis registros, y que aquello salga bien, que suene bien, que me guste el resultado, ver que soy capaz, ver que venzo al fin su dificultad… Probablemente experimentaría lo mismo si me dedicara a doblegar con mis manos un acero hasta convertirlo en una espada, o a soplar un vidrio hasta conseguir tonalidades únicas. Finalmente te aplaudirán o no, fracasarás o no, pero de eso no hay profesión ni persona en el mundo que se libre y colores y que incluso es fácil entender que inventar historias para ser leídas o contadas evoque sentimientos en quienes las escuchan o leen entrando en el terreno de la fantasía, de las historias imposibles, o de los muchos puntos de vista que de un mismo suceso a veces real algún genio pueda ofrecernos. Si además esta historia verídica o inexistente es representada pues mejor, más llevadera resultará su transmisión .
Pero en este ultimo caso…. ¿qué nos lleva a algunas personas a decidir dedicar el resto de nuestras vidas a ser los vehículos de esa representación, o sea, a ponernos en la piel de otro?, ¿qué ganamos con ello si es que de ganar se tratase?, o incluso ¿por qué , como observo en muchos compañeros, nuestra felicidad la supeditamos a tener la oportunidad de ejercer esa actividad llegando incluso a ser capaces de hacerlo gratuitamente con tal de sentir su veneno?
Durante toda mi época de aprendizaje, que aun no doy por concluida, he oído también a tantísimos estudiosos apoyarse en una razón por encima de todas ellas: al parecer el acto de actuar, de ser actor, tiene un posible origen en lanecesidad de algunos de encontrar en ella una actividad sanadora.
Explicado de forma simple sería algo así como que, en el afán que todos tenemos por encontrarnos a nosotros mismos, una buena forma de hacerlo sería a través de vivir vidas ajenas, aprendiendo de ellas, llegando a nuestros mas recónditos pensamientos hasta ocuparlos con los de «otros». De esta forma reconduciríamos nuestra particular neurosis ahuyentándola de nosotros mismos bien por el efecto sinérgico que se produce en la vivencia o bien por el simple hecho de poder expulsar nuestros demonios a través de esos «otros».
Nunca fue mi caso y que me disculpen quienes así piensan. Al menos en lo que yo puedo observar de mí mismo, ser actor en poco o en nada me ha ayudado a entenderme mejor mas allá de lo que es inherente a cualquier otro trabajo: el contacto con los demás, el trabajo en equipo, la lectura de tantas y historias fascinantes y el exhaustivo estudio de ellas, el esfuerzo por superarse a si mismo en el trabajo, por hacerlo mejor, etc… etc…. Estas circunstancias han sido , como no, un enorme campo de crecimiento, pero ninguno distinto a aquel que esta al alcance de cualquier persona que trabaje en cualquier otra actividad humana, una oficina por ejemplo.
Es posible que este efecto redentor se haya producido inconscientemente, es decir, sin yo darme cuenta. Si es así nada que añadir puesto que el no haberlo conocido me impide hablar de ello.
Para acentuar más este ultimo pensamiento tendría que añadir que en mi vida sí he conocido instrumentos y personas que me han ayudado a conocerme mejor y, por tanto, he tenido a mi alcance herramientas para, en definitiva, encontrarme mejor conmigo mismo. El ultimo de ellos y que recomiendo a quien le resulte de interés se trata de un curioso instrumento antiguo: el Eneagrama. No os perdáis el análisis de los distintos caracteres que desde hace siglos se describe en el Eneagrama y cómo distintos sicólogos hacen de esta descripción una herramienta muy útil para sus tratamientos. Sentir que no eres más que uno más de los tipos de personas que se comportan bajo patrones muy definidos te proporciona una buena cura de humildad a la vez que observas cómo la mayoría de tus respuestas son incluso banalmente predecibles. Pero esta es otra historia.
Volviendo a las primeras preguntas . Uno entiende fácilmente que la música despierta emociones únicas. Si en nuestras manos cae un instrumento cualquiera no podremos evitar la tentación de intentar sacarle algunas notas. Si nuestra habilidad nos lo permite y nuestra afición se decanta por intentarlo nuevamente, iríamos poco a poco exprimiendo más y más notas hasta algún día poder escuchar alguna melodía que empezara a despertar esas emociones que buscábamos. Si nos arriesgáramos más allá, empezaríamos a entrar en un mundo fascinante y cruel a la vez en el que el dominio de ese instrumento no alcanzaría nunca su fin en tanto que cada vez nos gustaría proponernos mayores retos, obtener cada vez sonidos más y más armónicos y poder interpretar las partituras más difíciles en un ejercicio interminable de búsqueda de la perfección. Incluso podríamos , dadas nuestras habilidades, hacer de ellas una forma de ganarnos el sustento.
Lo curioso, si trasladamos esta hipótesis al mundo del actor es que, en nuestro caso, el instrumento es uno mismo. Pero salvando esta mu
Tantas preguntas tienen, como siempre suele ocurrir, una respuesta mucho más rápida si le preguntamos a nuestros mayores, nuestros actores mayores. La gran mayoría de ellos te contestarán con un idea muy simple : esto no
es más ni menos que un oficio.
En este ultimo trabajo que contaba al principio «La traición en la amistad» encontré el enorme reto, por primera vez en mi vida, de acercarme a un texto en verso. De cómo decir en verso algunas frases sin que lo parezca, de como expresar una idea con todo su sentido sin perder musicalidad, de cómo ser fieles a unas estrictas reglas gramaticales y que refleje naturalidad es una experiencia realmente interesante y de la que dimos cuenta con gran éxito, incluso inesperado, un buen puñado de grandes cómicos, dirigidos por Jesus Cracio, que nos lo sirvio en bandeja y ayudados por buenos especialistas, en el caso del verso por Pepa Pedroche.
La traición, a veces, es buena, obviamente.